Se puede pensar que es debido a la naturaleza femenina protectora que hay en nuestra herencia genética, que nos hace plantearnos todos los casos posibles que pongan en peligro a nuestros relativos. Por otro lado, puede ser la cultura, inmersos en ella, las mujeres tenemos un papel que pesa como una losa dentro de nuestra mente: tengo que encontrar al amor de mi vida; tengo que evitar quedarme embarazada; tengo que cuidar de él; cuando llegue el momento tengo que darle hijos; tengo que tener un buen trabajo; tengo que conservar el trabajo, pese a la baja maternal; tengo que estar hermosa, tanto como pueda; tengo que ser una amante excelsa; tengo que ser competente en todo hasta mi último aliento.
La tormenta se sobreviene dentro de nuestras cabezas, nos nublan la vista y el olfato con el intenso olor a tierra mojada, de pensamientos pasados que vuelven a preocuparnos una y otra vez, obsesiones y metas. Mujeres que se exigen al máximo, retratadas por Marcela Serrano, mujeres que velan a su marido y que desean agradarlo en todos los ámbitos, hasta verse invisibles, porque se han asfixiado.
Lucha por la aceptación, ya denotada por la Regenta, Madame Bovary o Anna Karénina, en un tiempo en que la mujer soñaba al margen de la presión social hipócrita, mediocre y estulta que la circundaba, en una sociedad que rechazaba la cultura y la inteligencia, como la nuestra, in crescendo, después de haber recibido un duro golpe, mujeres que quedan fuera del nuevo orden social, marginadas, esas mujeres solteras, esas mujeres homosexuales, esas mujeres que quieren ser madres, que no pueden y que no son auxiliadas por el progreso, se les niega la aceptación social, que se les negó a Ana, Emma y Anna ¿acaso no son competentes? ¿Qué más tenemos que demostrar?