La Regenta. Una lectura compartida.


Queridos lectores que transitáis con interés por mi blog:
Con el nuevo curso, comienzo un proyecto compartido con vosotros y con el poeta Tonio Santiuste (http://toniosantiuste.blogspot.com.es/), una mirada reflexiva, de opinión y ensayo de la gran obra decimonónica de Leopoldo Alas, Clarín, La Regenta. Con ello, espero que disfrutemos juntos de la lectura y el comentario del clásico.
El interés por dicha novela, que valoro como una de las más grandes de la literatura española, surgió cuando cursaba mis estudios en la Univerdad, cuando mi profesora de historia de la literatura nos la acercó y encargó leer. Asimismo, debíamos reflexionar sobre alguno de los aspectos que nos fuera señero a través de la lectura de artículos de crítca literaria. De este modo, me sumergí en el mundo de Clarín y de Ana Ozores, disfrutando, a un ritmo académico, de la historia y análisis de la obra. De la misma manera, en mi último año de formación, otra profesora me guió en un ensayo sobre el papel de la mujer en la literatura europea en el que La Regenta tuvo su comentario y lugar,  al lado de otras obras realistas y naturalistas que presentan un especial rol femenino inadaptado. En ocasiones, hasta hoy mismo, Ana me viene a la cabeza, tanto como Emma Bovary, madame de Rênal, Egénie Grandet, Matilde de la Mole, Marthe, Amparo, Rosalía de Pipaón y otras muchas mujeres que no se conformaron y que vivieron en un ambiente provinciano e hipócrita. 
Una novela real no se encasilla, al igual que ésta. La novela clásica combina en equilibrio y armonía las características de una creación naturalista, idealista, psicológica o costumbrista... Por ello y todo lo que orbita en torno a ella, volveré a leerla y compartiré mis reflexiones con quien quiera pararse a opinar, leer y disfrutar de la misma. 


Nekane García Guinea. Torre del Mar 2013.


Vetusta 




La heroica ciudad dormía la siesta”

Bajo el ojo vigilante, sucio y vengativo del Magistral, desde la altura pétrea del campanario de la catedral que lo dominaba todo, silenciosa y poderosa, desde el horario fijo que recordaban las campanas volteadas, golpeadas con tiento y recogimiento, el horario que marcaba el tempo de las jornadas sucediéndose, al tran tran de la monotonía imprescindible, de la monotonía escondida, fugaz y detenida en los patios escondidos, en los silencios y secretos inevitables, descubiertos, al oreo de los tejados levantados, del escrutinio vigilante del gran Magistral.
Enredado en sí mismo, “Bismarck”, el pilluelo espabilado y rapaz, delantero de diligencia, dominador de la tralla y el esfuerzo en carne viva, ensimismado por el sonido de las campanas de su catedral. Arrumbado a un escondite para pasar desapercibido, el vivales atento a la soberbia del todopoderoso que enfila el prismático y mira y escudriña y se quema por dentro, del mal de sus ínfulas tañidas de sedosa sinuosidad, envalentonado ante los desgraciados que corren a besarle el anillo de su poder inatacable, intratable y santo, venerado, del Magistral, fisgón y ruin.
Siempre huyendo hacia las alturas de su insociable altivez, como un espantajo decorado y maquillado, con su manteo soliviantando el miedo de quienes le temen, sumisos, mientras continúa diseccionando, el Magistral, sobre el caserío mudo y sordo, adormilado, cebado de puchero y olla podrida, escarbando en el suelo, bajo la hojarasca que mancilla las urdimbres que emponzoñan y disimulan, cada quisqui donde se guarece, a hurtadillas, en el silencio que chistea para que se les oiga menos, aunque desde arriba vigila el Magistral los menores movimientos que darán tanto de qué hablar.
Vetusta y la digestión pesada de su inane pereza, de su indolente escapismo a ningún sitio, mientras se hace interminable la sobremesa, cuando la siesta duerme embotada.

Antonio García Gómez. Torre del Mar agosto 2013



De aves


Los primeros capítulos de la obra nos presentan al mundo eclesiástico vetustense, todo lo que en ellos se describe es retratado desde la atenta mirada de los religiosos de la Santa Basílica, la propia ciudad y las primeras notas acerca de principales y anejos personajes, como La Regenta, la viudita Obdulia, don Saturno... Al mismo tiempo, también se nos introduce el bestiario vetustense del que se sirve Clarín para reflejar con fina apreciación a sus personajes, elemento clave en la novela ya que Ana hará patente su fobia hacia los animales. Curiosamente, el Magistral, personaje fundamental, no es comparado con ningún animal de manera explícita, cosa que sí ocurre con otros; sin embargo podríamos deducir cierta semejanza a la de un ave, un  ave de rapiña cuya presa es Vetusta,  "Vetusta era su pasión y su presa", por la que lo que siente es "gula" (Cap. I). Por otro lado, don Fermín de Pas tiene una larga naríz recta que se inclina por su propio peso y unos ojos con un resplandor punzante, datos  prosopográficos que nos hacen rememorar quizás la imagen de dicho tipo de ave. Por otra parte, tenemos al Arcipreste Ripamilán, don Cayetano, se le compara primeramente con un can que olfatea la fragancia de Obdulia, "como perro que sigue un rastro" (Cap. II); secundariamente, volvemos a la ornitología, se le asimila a un buitre a tamaño natural, a una urraca o a "un tordo encogido y despeluznado" eincluso con un ave de corral en su manera de inclinar la cabeza y mirar solo con un ojo (Cap. II). Encontramos junto a estas dos aves al Palomo, empleado laico de la catedral, como el que guarda en suelo santo los revoloteos de los hombres con sus sotanas con manteo de seda "de muchos pliegues y vuelos", como unas verdaderas alas
Como hemos podido ver, con estas pequeñas pinceladas que ofrezco a partir de la lectura de los primeros capítulos de la obra, Clarín nos presenta a sus personajes de una manera viva, a partir de sus maneras y sus rasgos más característicos asociados, algunos de ellos a animales, retrato enriquecido con sus pensamientos expresados por el mismo narrador o mediante técnicas como el monólogos interior, el estilo indirecto libre o el diálogo en la relación con otros. El hecho de que las aves tengan un gran peso en el entorno de la Santa Basílica puede obedecer a la desmitificación y burla de las figuras eclesiásticas, dotándolas de ese lado animal que tienen las personas.


 Nekane García Guinea. Torre del Mar 2013.

Retrato amargo


Del primer párrafo de “La Regenta”

“La heroica ciudad dormía la siesta. El viento Sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el Norte. . .”, atentos al astro paseando la calle Mayor susurrando remoquetes sobre el viento Sur que no cesa y va agostando el campo cuando no debe, repitiéndose el paseo diario, la conversación manida, las miradas reconociendo el paisanaje que se saluda, una y otra vez a la vuelta, arriba y abajo la calle de los encuentros y reencuentros antes de quedarse a solas, como cada tarde, como cada amanecida. . .”En las calles no había más ruido que el rumor estridente de los remolinos de polvo, trapos, pajas y papeles que iban de arroyo en arroyo, de acera en acera, de esquina en esquina revolando y persiguiéndose, como mariposas que se buscan y huyen y que el aire envuelve en sus pliegues invisibles . . .ensortijado el caserío silencioso que alienta la melancólica atonía que se repite y acalla las voces que se adivinan, los infiernos tras los cristales amarillos, el dulce y adormilado tempo que vigila tras los visillos, en tanto los remolinos se achican y revuelven en el confín de la esquina que se conoce, que se utiliza para quedar y no dudar que esa es la esquina que uno ha pateado más de una espera, en más de un reencuentro. Mientras, efectivamente, mariposas imposibles, de hormigón y sobresaltadas, surgen y aletean en un mágico e instantáneo respingo. Cual turbas de pilluelos, aquellas migajas de la basura, aquellas sobras de todo se juntaban en un montón, parábanse como dormidas un momento y brincaban de nuevo sobresaltadas, dispersándose, trepando unas por las paredes hasta los cristales temblorosos de los faroles, otras hasta los carteles de papel mal pegado a las esquinas, y había pluma que llegaba a un tercer piso, y arenilla que se incrustaba para días, o para años, en la vidriera de un escaparate, agarrada a un plomo.” No siendo nada o insignificante la vida muerta, la no vida, el relente hecho remolino, el silencio hecho suspiro, buscando vida en el laberinto hueco de la ciudad dormida, de la ciudad ausente vuelta hacia sí misma, suelta la maledicencia y la impotencia de un orden agonizante, de un estatus asfixiante, de los anhelos cuasi humanos, adocenados e imparables, a pesar de todo, entregados a las pasiones de quienes viven tras los cristales y las fachadas, tras las apariencias establecidas y los corsés inamovibles, mientras se arremolinan los restos rebeldes y vencidos sobre el asfalto, mientras se maceran en su cobardía los sueños que jamás podrán cumplirse. Mientras se cierne la noche y ahoga el infierno de la frustración en la mentira prolongada de unas vidas tronchadas, fatuas y vanas, mientras el frufrú de los pasos que arrastran el misterio y el engaño imaginan que tal vez . . .que si fuera posible. . .que los pálpitos del corazón se aceleran en el abrigo de la casa que se cierra por dentro, a pesar del escándalo que crece y crece fuera como una marea insaciable y cruel.

Antonio García Gómez. Torre del Mar, septiembre 2013

El líder del corral, Mesía


Después de haber leído la prehistoria de Ana y su exfuturo, en palabras de Manuel Alvar, pues nunca logrará ser madre en compañía de don Victor, nos adentramos en el ambiente plena y exclusivamente masculino del casino. Clarín nos hace un retrato de las relaciones y jerarquías que se establecen en los salones de dicho lugar entre los hombres de diferente ideología y proceder. Los hay chuscos y soberbios, los hay librepensadores, incluso cordiales, mezclados en asuntos graves o en estultas apuestas sobre ortografía. Todos ellos se permiten la licencia de opinar acerca de doña Ana, su nuevo confesor y la acechanza procedente del donjuán de Vetusta, Mesía.
Llegados a este punto, ya está planteado el conflicto, dos fuerzas masculinas que lucharán por la hegemonía en Vetusta, identificada con el dominio de la bien considerada Ana, una en nombre de la religión y otra en nombre de la conquista, ambas relacionadas en lo más profundo de Ana, en el recuerdo de aquel pecado (Magistral) carnal (Mesía), que así se lo hicieron considerar, de su tierna infancia. En términos psicoanalíticos, la Regenta está cercada por dos pulsiones generadas a partir de una dura represión en la infancia. Es digno señalar que dichas fuerzas contrarias están encarnadas por dos personajes con una personalidad de fondo similar, plenamente narcisista e inmaduro. El Magistral, por un lado, es un hombre con grandes aspiraciones de poder en la jerarquía eclesiástica y ciudadana, y a su vez depende de un modo algo enfermizo del consejo de su madre; Mesía, retratado como el gallo de corral de Vetusta y del casino, representa la personalidad mitificada de donjuán, narcisista por naturaleza, no admite que ninguna mujer que él pretenda  lo rechace. Este último querrá conquistar a doña Ana como demostración de su poder, por encima del Magistral.
Nekane García Guinea. Torre del Mar 2013.

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