martes, 18 de junio de 2013

Clases



Hay clases y clases. Nos gusta aparentar, que haya un rincón algo elevado, un recuadro, no hace falta más de un metro cuadrado bien diferenciado de la zona de la gente que no destaca o que no le da la gana destacar. Por supuesto, dicha zona privilegiada tiene que estar apartada y separada. En ella se agolpan hombres y mujeres muy arreglados, a la última en moda, maquillaje y gimnasio, brillantes y a mechas, apretados con pitillos y vestidos, marcando lo que ha costado tanto mantener, esconder o en su defecto hacer más protuberante. Es más, ese rincón puede oler mal, puede resultar incómodo, puede estar sucio pero qué bien estar en un lado en el que todos te miren con envidia y curiosidad, "¿quién será?, ¿cómo se podrá acceder?, ¿podré entrar yo?".
Sigamos con la disección fuera, a la entrada de la discoteca. De nuevo, se forman dos grupos, personas que desean entrar y personas que tienen el acceso asegurado e incluso recomendado. En este momento, la gente que se agolpa esperando la mirada benévola del portero mira detenidamente a la cola de VIPs buscando a alguien que pueda otorgarle por una noche el ascenso y reconocimiento social. Otros simplemente esperan y piensan "¿qué hago participando en esta pantomima?", porque aunque parezcan renegados, ellos también esperan acceder de manera privilegiada. Al fin, unos pocos afortunados pasan por al alfombra que conduce a la pista prometida.
Volvamos dentro del popular tugurio. Nada más entrar nos topamos con una pared de cartón con publicidad impresa que hemos visto en tantas revistas y programas de tertulia y corazón televisados, es el photocall. He ahí, otra manera de equidistar nuestra humilde existencia a la de los VIPs, "corre, saca el móvil, sácame bien. Ésta no me gusta. Que la quiero subir al facebook". Una vez que el lugar se llena y que están hechas las distinciones, el populacho reincide, se acerca a la barra y después de unos empujones, unas copas derramadas en el mejor traje de su armario, unas discretas llamadas al camarero, en un último intento de diferenciarse, pide la copa más cara, con sus complementos, sus colorines, sus aromas, eso que dicen, que has oído que es delicioso al paladar y que pinta bien de cara a tu círculo.
Acaba la noche, "¡atención!, es la última oportunidad de salir en el photocall"... todos salen por la misma puerta, como ríos que van a dar a la mar.
Siento la perspectiva, pero pese a todo pertenezco al populacho,
 aunque he tenido la oportunidad de sufrir, digo, disfrutar del lujo.  

1 comentario:

  1. La frondosidad es necesaria, la espergura imprescindible. A por todas compañerita. En primer lugar es bueno el despliegue, la adjetivación, la hipérbole barroca, la precisión, la definición pormenorizada. . . luego poco a poco vendrá o llegará el "aterrizaje en el estilo sencillo y directo de tu tiempo y tu intención". Pero no cejes y a por todas. Antonio

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