miércoles, 19 de junio de 2013

Fantasía


Aún puedo recordar la intensa ilusión que en mí despertaba la espera de los dadivosos Reyes Magos o el laborioso Ratoncito Pérez. Aún puedo recrearme en su aspecto que yo imaginé tan real como mi propia existencia. Asimismo, jugué hasta edad tardía con mis muñecos y no siempre reproducía los cuadros familiares o sociales que yo podía haber memorizado, también imaginaba y fantaseaba con mundos mágicos en los que había princesas, caballos voladores o dragones y caballeros. Aún hoy imagino y fantaseo, rememoro, recreo e invento.
Recientemente tuve conocimiento de nuevas líneas pedagógicas que creen que lo más apropiado es no alimentar la fantasía del niño porque estamos cayendo en un acto vil al aceptar que existe algo que realmente no y por lo tanto si cuando el infante duda y se pregunta por la existencia de sus fantasías, nosotros las alimentamos, les estamos mintiendo, les damos pábulo. ¿No existe?, ¿acaso no existe en nuestra mente?, ¿tenemos autoridad para negar al niño la existencia de algo suyo, una creación propia o que ha hecho propia?, ¿es esto negativo? Dicha pedagogía se apoya en que dichas revelaciones de verdad producen traumas inapreciables en el niño que es capaz de superar casi de manera inmediata.
Mi naturaleza, mi experiencia y conocimiento no me permiten creer en que esta actitud sea la acertada. De hecho, considero que la imaginación y fantasía desde la más tierna infancia son necesarias para un pleno desarrollo en la plenitud de la vida adulta. Estas actividades creadoras de nuestra mente cimientan el arte, la creación científica y técnica, tal y como Vigotsky ya hizo explícito en su ensayo sobre La imaginación y el arte en la infancia.
Nunca deberíamos aniquilar la aptitud creadora del ser porque es parte de nuestro desarrollo y de nuestra existencia, alimenta nuestros sueños que son la base de la innovación, individual y colectiva, reflejo hay de ello en la historia. He aquí un eje generador de cambio y progreso.

1 comentario:

  1. El problema es quien para siendo tan soberbio pretende distinguir la realidad de la fantasía, cuando ya nos lo dijeron los clásicos que la vida era un sueño, o pretenden ahora delimitarnos ¿nuestra realidad?, ¿su realidad?. Bravo compañera.

    ResponderEliminar